VALLADOLID (2º viaje)

Había transcurrido un año desde la primera vez que fui a Valladolid y un buen día decidí volver hacia tierras castellanas, de nuevo, mi amiga Carmen me acogía en su casa.
Salí de Sevilla en un autobús y viaje toda la noche para así poder aprovechar mejor los días que tenía por delante.
En este segundo viaje lo dedicamos a visitar casi toda la provincia de Valladolid y al salir de la ciudad y ver esos castillos, esas iglesias y esas casas era como trasladarse en el tiempo a muchos años atrás.

El primer día, el recorrido planeado sería Simancas-Tordesillas-Medina del Campo y para ello habría que levantarse bastante temprano, un buen desayuno y a la carretera.

Nuestra primera visita sería a Simancas, antigua Septimanca y Sede Episcopal para después de cruzar el puente de estilo medieval, admirar el castillo que se encuentra en un extremo del pueblo y conserva intacta la muralla con sus muros cilíndricos. Fue sucesivamente de árabes y cristianos y más tarde Carlos V primero y después Felipe II lo reformaron para albergar los documentos de Estado. Posee 52 salas y en ellas se guardan más de 30 millones de documentos que constituyen un gran tesoro.
Este castillo alberga dentro una gran capilla y grandes salones.















Después de tomar otro café bien caliente, pues el frío hacía mella en nosotras, emprendimos el recorrido hacia Tordesillas, ciudad de la Reina Doña Juana la Loca, en donde se conserva el Monasterio-Palacio de Santa Clara y en donde existe un patio precioso que me recordó al de la Alhambra.
También visitamos la Iglesia-Museo de San Antolín







Y seguimos nuestro recorrido para llegar a Medina del Campo en donde cabe destacar el fabuloso Castillo de La Mota el cual está situado en una elevación del terreno por lo que domina toda la villa. Fue restaurado por los Reyes Católicos y sus escudos de armas aún se pueden ver en el dintel. Fue declarado Monumento Nacionaly dentro del mismo posee una espléndida Capilla.











Las visitas en el día de hoy tocaban a su fin, volveríamos para Valladolid para descansar un poco, - yo lo necesitaba - y esta tarde-noche me llevarían mis amigas a conocer una antigua mina en las que se reunen familias y amigos para degustar buenos platos de chacinas de la tierra y revueltos, todo ello regado con un buen vino.
Me quedé asombrada cuando llegamos, no pensé en ningún momento que fuera de verdad una mina, pero me equivoqué.
El suelo todo de piedras, las paredes y el techo de tierra y más piedras y en cualquier recoveco de la mina había mesas con sillas, en la sala que nosotras estuvimos era pequeña, solo cabian dos mesas y seis sillas.
Al término de esta jornada el dueño muy amablemente me enseñó el resto de la mina.
He de decir que fue algo que me encantó, bajé a varias galerias y todas ellas estaban alumbrada con candiles.
Ya no recuerdo más, tal como llegamos a casa de Carmen caí en la cama hasta que el despertador sonó a las 8 de la mañana.